miércoles, 7 de julio de 2010

Al maestro... con cariño

Ayer se celebró el día del maestro, la verdad que se me pasó tan rápido que recién en la noche me detuve un segundo a pensar en los maestros que he tenido a lo largo de mi vida. Hubieron muchos maestros que me enseñaron mucho, pero creo que es recién en la secundaria y luego en la universidad, que tuve los recuerdos más gratos, aquellos que calaron tanto en mi corazón que aún hoy al acordarme me hacen un nudo en la garganta. Tuve una maestra y amiga de literatura que me dijo alguna vez (y tenía mucha razón)"tu, si no haces algo de arte, te mueres" pues sí, el arte se convirtió en mi cable a tierra, mi descarga emocional, mi motivación a la vida y me siguió hasta hoy. Otro gran maestro y amigo fue mi profesor de inglés, de historia universal, tutor y gran amigo Pablo Lambermeier, quien me permitió conocer el mundo más allá de las fronteras y a descubrir en el servicio al prójimo una de las satisfacciones más grandes. Luego estuvieron todos mis maestros de Ciencias, Matemáticas, Física, etc, etc, que me enseñaron mucho y a quienes les estoy eternamente agradecidos pues sin ellos no hubiera logrado ser el profesional que ahora soy. Sin embargo una mención especial se merece un hombre que me enseñó la humildad, el respeto y sobre todo el amor a los demás. Él fué capellán en el ejército y tenía la mirada siempre seria y el ceño fruncido.... el solo mirarlo te podía provocar temor y respeto al mismo tiempo. Para ser un sacerdote jesuita más parecía un jefe militar; pero bastaba que se sentara contigo a conversar de Dios y te sacara una confesión así...., sin que lo pareciera, para darte cuenta del gran amor que tenía para con sus alumnos. Jorge Forno fue el director de mi sencillo colegio Jesuita, que si bien no tenía en comodidad, tenía todo en calidad y sobre todo en corazón. Jorge fué una de las personas de las que guardo uno de los más hermosos recuerdos y me dolió mucho saber que se iba de esta tierra, tan sencillo como siempre, si pareciera que fué ayer que lo veía caminar por el patio del colegio con su guallavera blanca, sus pantalones beiges y sus zapatos marrones. Jorge fué una de las personas que me enseñó a Dios de la manera más sublime y real, un maestro espiritual de los que hay pocos.

Ya en la universidad, tuve muchos profesores a los que agradezco también por el conocimiento brindado y que se merecen el Cielo por aguantarme y aguantar a tanta gente que pasa por esas aulas cada seis meses... de verdad que es una labor sacrificada. Pero creo que donde conocí a verdaderos maestros fué fuera de las aulas universitarias, en otro espacio del campus, donde se suele hacer deporte, yo hacía arte..., sí aquello que mi maestra Janet me dijo que necesitaría para vivir.

En el Centro de Música y Danza de la Católica aprendí lo genial de las danzas peruanas. ¿cómo llegué allí? siempre voy a reconocer que fué por azares de destino y porque Dios así lo quiso. Por mi cabeza jamás pasó que yo estaría bailando marinera o huayno o alguna otra cosa, es más odiaba la música criolla y ahora es el género que más piso en una reunión familiar. Alejandro Díaz Leturia fue uno de mis primeros maestros en el arte del baile peruano; un hombre de la vieja escuela que me enseñó a zapatear ese huayno cajamarquino, que al principio se me hizo tan dificil (sí, aunque no lo crean yo también tuve dos pies izquierdos). Alejandro es un hombre que además de ser un profesor de química, para mí fué un maestro en la danza peruana como ningún otro. Nadie podía ver una coreografía en las magnitudes que él se las imaginaba, muchas veces los bailarines decíamos que cada vez que Alejandro hacía una coreografía era una diarrea cerebral segura!!! nos sacaba de nuestros conceptos ordinarios y nos hacía movernos de maneras insospechadas, casi imposibles, pero siempre manteniendo el corte tradicional de la danza y con una ejecución Im-pe-ca-ble (con I mayúscula). Alejandro, nunca estaba satisfecho con lo convencional y siempre exigía más de sus alumnos y a pesar de sus años, siempre estaba atento a ver quién se equivocaba para soltar un palmazo o un tubazo a quien se saliera de la línea. Ni modo aunque a golpes, igual aprendimos. Gracias Alejandro.

Otro maestro de quien no sólo aprendí una maravillosa danza peruana, como la marinera, sino que me permitió descubrir un mundo completamente distinto y que no sólo me trajo a una de mis mejores amigas sino que me permitió dar el primer paso a una de mis más grandes satisfacciones, como fue campeonar en Trujillo, fue Renato Benavides. Él es ahora parte de mi historia actual, pero siempre le voy a estar agradecido por haberme enseñado este mundillo, como le llamamos, de la Marinera.

Y, bueno, creo que de los que más rápido se me presentan en la mente, esos son los maestros de mi vida, sin embargo creo que a quienes les debo más y nunca creo que les pueda reconocer lo suficiente, es a mis padres, ellos me enseñaron todo y son los maestros a los que todos y cada uno de nosotros les debemos estar agradecidos, son quienes para bien o para mal, estuvieron ahi para enseñarnos que una caída no significa el final y que siempre podemos levantarnos para poder aprender a caminar. De ellos les hablaré en otro post que estoy seguro que les interesará muchísimo. Por ahora les dejo con algunos temas que me recuerdan siempre aquellos seres que aparecen en nuestro camino, sin querer tal vez, pero que nos enseñaron mucho en este camino tan corto que es la vida.

Feliz día del maestro.